Acebo (Ilex
aquifolium)
El acebo es un
pequeño arbusto que puede alcanzar fácilmente los 10 m. de altura.
Lo más característico
de esta especie son sus hojas, muy duras y tiesas, de forma parecida a las del
laurel, pero onduladas y con espinosos dientes en su contorno; son lampiñas y
bastante relucientes.
Es un arbusto que
permanece verde todo el año.
El fruto es
globuloso, del tamaño de un guisante, pero liso y brillante; se trata de un
fruto carnoso muy tóxico, que suele ocasionar problemas en niños que lo comen
atraídos por su atractivo color, lo que da lugar a intoxicaciones que en muchos
casos devienen mortales.
Se cría de forma
espontánea en las zonas umbrías de nuestros bosques, más frecuentemente en el
norte de la Península.
Florece de abril a
junio y sus frutos maduran a finales de septiembre.
Estos frutos se
mantienen en el árbol durante gran parte del año, pero desde el punto de vista
terapéutico lo único que interesa de ellos es que no lo consuman los niños, ya
que las intoxicaciones a que dan lugar -con cantidades relativamente pequeñas-
pueden ser mortales en muchos casos.
Para uso medicinal se
recolectan las hojas, que están presentes todo el año, siempre verdes.
En Navidad suele ser
muy típico recoger algunas ramitas de este árbol para adornar, junto al
muérdago, mesas y cestos.
Conviene tener
cuidado y no pincharse con las espinas.
Las hojas de esta
planta leñosa contienen trazas de teobromina, que es una sustancia parecida a
la cafeína en cuanto a sus virtudes; también tienen rutina, taninos, resina,
ilicina y ácidos ilexico y ursólico. Estas hojas se consideran desde hace
tiempo diuréticas, aperitivas y sudoríficas.
Las plantas de esta
familia pertenecen casi en su totalidad al género ilex, que comprende unas 270
especies que viven en Asia y América, mientras que en Europa existen apenas 2 ó
3 especies.
Por esta razón es una
familia prácticamente desconocida en nuestras latitudes.
Si a esto unimos el
hecho de que en el caso del acebo la toxicidad de sus frutos supera a las
virtudes de las hojas, no es difícil concluir que su uso se halla muy limitado.
Las hojas están
indicadas en reumatismo, gota, inapetencia, fiebre y gripe. Las bayas del acebo
-esos frutos que resultan tan atractivos para los niños- en dosis relativamente
bajas actúan como purgantes drásticos; si la dosis consumida es mayor, entonces
aparecen diarreas, vómitos y convulsiones.
En el caso de los
niños esto puede ser mortal, por lo que conviene conocer bien el arbusto para
evitar su consumo.
En nuestra Península
es una especie protegida, pues está en peligro de extinción; por ello hay que
evitar recolectarla y, si estamos interesados en ella, acudir a un especialista
que nos asesore cómo cultivarla o dónde conseguir unas cuantas hojas.
.- Decocción. Una
cucharada de postre por taza de agua. Se deja hervir 2 minutos y se toman 2
tazas al día. Nunca se debe hacer la decocción a partir de los frutos.
.- Polvo. Las hojas
reducidas a polvo se pueden consumir a razón de 1-2 gr. al día, bien
directamente o encapsulado.
Tóxico.
Antipirético. Antidiarreico
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